martes, 21 de diciembre de 2010

Creado por Augusto Boal, el Teatro del Oprimido vuelve a ser difundido en Argentina de la mano de Raúl Shalom.

Y el arte para qué y para quién: Raúl Shalom lo sabe hace tiempo, desde que en los 80 decidió adentrarse en el segundo y tercer cordón del conurbano bonaerense. Dice que ya va por el medio siglo y que es abuelo, aunque un par de anteojos raros y la barbita excéntrica lo desmienten. Hace un año se mudó al "valle", dice, en Córdoba, porque la "ciudad" tiene mucho stress. Sí, claro, el teatro burgués, cómo no, le gusta mucho, pero también, dice, desde ahí hay que generar algo: "No puedo concebir una obra, una puesta, que no abra puertas a lo social".
El actor, director de teatro, murguero, psicólogo social y coordinador del Centro Cultural de los Reartes, el hombre de la paz, Shalom, el que saluda con su nombre, cree y asegura que el arte será transformador o no será nada. El sueño adolescente, la vocación militante, la experiencia en teatro callejero, la aventura posible de la autogestión, la participación en el grupo Culebrón Timbal se lo dictaban. No era un invento. Atrás había historia y teoría poco difundidas. Negadas: "En los setenta, gente como Norman Briski (creador del grupo Octubre) y Ricardo Talento (director de los Calandracas, de Barracas, y codirector junto a Adhemar Bianchi, de "El fulgor argentino") empezaron con el teatro comunitario en barrios, fábricas y villas, experiencias muy ricas que después se acallaron y a las que siguieron treinta años muy difíciles. Por eso, aunque durante mucho tiempo creíamos haber inventado una teoría, ya estaba. Y así nos encontramos con los textos de Augusto Boal sobre el Teatro del Oprimido que siguen sin editarse en Buenos Aires", cuenta Shalom que conoció al director brasileño -fallecido en 2009- y se capacitó con una de sus discípulas, Mariana Villani, integrante del grupo Teatraviesas, de Barcelona. La intención era profundizar en una metodología aplicable a la realidad de los que menos tienen y pueden, concretada en la formación de una red latinoamericana llamada Relato sur, que en enero de este año armó el primer encuentro en Jujuy.
No obstante, Shalom se resistía a trabajar con docentes y profesionales de clase media, finalmente asumió su "efecto multiplicador" en las clases bajas. Por lo que no solo dicta cursos intensivos en el CELCIT -en enero realizará otro, en la sede de Moreno 431- sino que además nos concede una apretada síntesis para el pequeñoburgués interesado: "El Teatro del Oprimido surge en Brasil en los años 60 con el fin de proteger los derechos violados de los campesinos. Para eso, Boal construye una metodología con elementos tomados de la pedagogía de Paulo Freire y las propuestas artísticas de Bertolt Brecht, en la búsqueda de la utilización del arte como herramienta de construcción social, participación y organización de grupos. No hay actores profesionales. Cualquiera puede actuar porque todos somos teatro y cualquiera puede hacerlo. Como el cuerpo no miente, se utilizan dinámicas lúdicas, teatrales, musicales, de murga y artes plásticas tomando los juegos como metáforas sociales. La técnica más conocida es el "teatro foro" donde se presenta una escena breve, de unos diez minutos, que plantea un conflicto cotidiano. Al finalizar, un moderador invita al público a buscar la solución del conflicto poniéndose en el lugar de alguno de los personajes. El espectador no es pasivo, es un espectactor -lo llama Boal- que propone alternativas al reemplazar al actor. Se transforma la realidad de la escena como un ensayo y un desbloqueo para transformar la realidad fuera de escena".
No se trata de llevar una obra adonde no hay. Mientras los elencos giran y la realidad queda, en su lugar el Teatro del Oprimido trabaja con lo que se tiene para cambiarlo: el final siempre está abierto, las alternativas son a elección, la catarsis no purifica sino que compromete, la opinión no es discurso sino acción. "La gente sencilla, que en general no se mueve de donde vive, no conoce sus derechos y mucho menos cómo defenderlos; al verse representada, puede ver cómo resolver, buscar caminos a un problema que le parecía intransformable. Porque si a la gente no le pasa algo, no estamos haciendo arte", dice Shalom.
Leni Gonzalez. Revista Ñ. 18 de diciembre de 2010